Crisis existencial y renunciar a mi trabajo.


 

Mayo 12, 2024.

Renuncié a mi trabajo el martes de la semana pasada, le presenté mi renuncia a mi jefa y le di solo cuatro días, las dos semanas de requerimiento para dejar un trabajo parecían como una insoportable eternidad. En un ataque de ansiedad le pedí a Chat GPT que escribiera una renuncia, después de una reunión referente a las rotaciones de los residentes de pediatría para el programa de residencia médica en el que solía trabajar, le entregue la carta a mi jefa y le dije, con mi falso tono de voz de burocracia americana; “I’m quitting”.

El trabajo se volvió insoportable, no tiene sentido atravesar el estrés de rendirle cuentas a todas estas personas que están haciendo mucho más dinero que yo, mientras podría estar haciendo otras cosas que me retribuyen lo mismo económicamente por menos esfuerzo mental en soportar desempeñar un cargo que aborrezco. No tengo miedo, un poco de angustia existe en la esperanza pero estas son intrínsecas. Siempre he tenido la capacidad de salir de situaciones que me generan incomodidad, para mi suerte o desamparo no puedo soportar la incomodidad de no hacer lo que me da la gana. 

El mismo salón de conferencias en el que me entrevistó por primera vez hace más de un año para darme el puesto que estaba dejando, casi como una señal del universo, esta vez mientras le presentaba mi renuncia los lugares habían cambiado, el dia de la entrevista yo estaba sentada en la silla donde ella ahora recibe mi renuncia, una casualidad que tome como un buen augurio, la vida nos había cambiado los lugares.


Tener un trabajo estable y aun así pensar que hay algo diferente que debería estar haciendo, la voz interna que no me deja en paz, me dice que no estoy haciendo lo que quisiera hacer. Si me quedaba en este trabajo era como darme un mensaje de que el miedo es más grande que mi capacidad de buscar otro camino, de construir oportunidades para mi vida. Pero para empezar, ¿qué es eso otro que quiero hacer?.

La vida ha pasado rápido, se vuelve más seria, pero aun estoy en mis veintes y me repito que debería tomarme más a la ligera la existencia. La muerte es lo que me da tranquilidad cuando de repente me enfrento al eterno presente. La pesadumbre de la existencia se alivia con la promesa de algún día pronunciar el último suspiro. Nosotros los mexicanos y nuestra relación seductiva con la muerte. Siempre presente, siempre festejada, coqueteando con la idea de que algún día me lleve. 


¿Por qué estoy dejando un trabajo que más o menos es bien pagado? La oficina está cerca de mi casa y me puedo ir temprano sin que se den cuenta, además tengo un día y medio de trabajo en casa. Tengo seguro medico, aunque aun asi es ridiculamente caro acceder a servicion de odontologia sin caer en deuda, pago mucho en impuestos y aun asi un accidente que implique gastos medicos mayores me podria dejar en deuda por los proximos 30 anos de mi vida. Pero la seguridad de un cheque quincenal, aliva la angustia financiera.
¿Por qué no soporto la estabilidad de trabajar en una oficina todos los días? y responder ante la ansiedad generalizada de todas las demás personas con las que trabajo que sienten que el mínimo error está arruinando sus vidas profesionales y por ende se comportan como si se les viniera encima la existencia cuando algo se retrasa, o sale mal.

Las interacciones con mis compañeras de oficina se reducen a un quejar por quien durmió menos o cual es el marido que más inutil es y por el cual no pueden disfrutar un minuto de calma en sus vidas. Si esa vida es lo que es el “éxito profesional” o por lo menos la “estabilidad”, yo no lo quiero. Claro aquí hay que considerar que la vida de estas mujeres es muy diferente a la mía, en la mayoría son mujeres blancas, y con hijos, que no pueden permitirle a sus maridos tener agencia de su paternidad por que ellas los consideran menos aptos para mantener a sus crías a salvo, o quizá los maridos usan la ineptitud en contra de ellas para que ellas controlen todo y se lleven la mayor carga de trabajo no solo profesional pero de crianza y doméstica. Como casi siempre en todas las cosas quizá es un poco de los dos.

Parece que al final la independencia económica y la agencia femenina surgió como una salida para realizar el deseo pero se convirtió en una trampa productiva para nunca dejar de aportar al sistema socioeconomicode las realidades hiperproductivas. Quiero aclarar que no pretendo aclamar que habia una realidad anterior en donde las mujeres tenian menos carga laborar por solo dedicarse a las labores domesticas y que no por eso la entrada a la vida laboral sea un impedimento a un “mejor vivir” del pasado en donde las mujeres estaban relegadas solo al espacio domestico, pues como dice Sara Ahmed; La fantasía de la feliz ama de casa es una fantasía blanca y burguesa del ayer, la nostalgia de un pasado que para la mayoría de las mujeres nunca fue un presente posible y que hoy lo es todavía menos. – “La promesa a la felicidad: una critica cultural al imperativo de la alegria”

Este malestar que siento no es una novedad ni una característica de mi carácter, antes ya grandes pensadores han desarrollado sobre el tema; cuando Marx desarrolla el concepto “Trabajo enajenado” este fue una influencia para Marcuse con la que luego puedo aportar que el trabajo se presenta como una realidad hostil, en la que el cumplimiento del deseo queda relegada al tiempo libre a condición de que los permisos de esta esfera de la vida no interfieran con las condiciones de sometimiento y disciplina necesarias para la actividad laboral “Reacción de energía para el trabajo” -Eros y civilización, Marcuse. 

Sin duda Marx, desarrolló el concepto de “trabajo enajenado” pensando en una temporalidad y situación muy específica, así a lo que Marcuse hace referencia por “realidad hostil” es referente a una situación laboral de explotación, que en el sentido de comparación a mi contexto, lejos está de ser lo mismo. Aunque considero que en esta economía en donde hacer un patrimonio con la promesa del esfuerzo corporativo es cada vez menos viable, no estamos lejos entonces de poder decir que los espacios profesionales y la hiperproductividad de nuestras sociedades afectan nuestra realidad para convertirla en un campo hostil, basta con considerar las múltiples condolencias mentales y el debilitamiento emocional y vincular que tanto está en el discurso social actual. 

Para agregar soporte psicologico a mi crisis existencial, me siento menos sola cuando pienso que como dijo Erik Erikson; “No hay angustia individual que no refleje una preocupación latente común del grupo inmediato o extendido” – Infancia y sociedad.

Claro la situación ideal, sería ser capaz de pasar los días bajo el sol tomando fotos alrededor de la ciudad, cocinando, pintando leyendo y escribiendo y si pudiera hacer dinero de eso sería un sueño hecho realidad. Una realidad la cual quizá me causara incomodidad y malestar de vez en vez pero el desgaste mental y el trabajo tendría más sentido puesto que estuviese produciendo en cuanto a mi deseo.

Pude haber desarrollado mis deseos personales y buscado otro camino profesional poco a poco después de mis ocho horas laborales, pero cada que termina el dia me siento que no tengo mas estamina para hacer algo que me satisfaga y más allá de la satisfacción está la culpa de tener la posibilidad de seguir produciendo capital y no hacerlo. O la incomodidad de hacer algo por gusto y no estar generando capital por eso. En muchos aspectos de mi vida me sentía inhibida, y cuando le presenté la renuncia a mi jefa y ante la pérdida de la estabilidad no me quedaba nada más que actuar, por lo que mi inhibición en concretar el deseo se había liberado a un empuje de adrenalina por una aventura profesional nueva, por acercarme más a lo que deseaba. Aunque poco siquiera sabía qué era eso, que tanto anhelaba.

Dos días después tuve una crisis de ansiedad, me envolvieron las dudas por mi capacidad de generar el suficiente dinero para mantener mi actual estilo de vida, no necesito hacer más dinero pero quisiera trabajar de algo que no me haga odiar mi vida cada que despierto. He trabajado desde los 16 años, empecé limpiando baños en una refinería de petróleo en un taller de mantenimiento, que más de 100 hombres usaban sin siquiera esforzarse por defecar apropiadamente en el inodoro.

Si ese trabajo tan desagradable y difícil como primer empleo fui capaz de realizarlo, aquí en los Estados Unidos, con permiso para trabajar, experiencia laboral y una carrera universitaria terminada, no hay obstáculos que pudieran detenerme. Incluso con menos herramientas la gente se la fleta para conseguir sus propósitos, cual sea que fuera su concepto de éxito profesional. 

Ese mismo día le pedí a mi psicoanalista que me atendiera de emergencia por la situación que estaba pasando, por la contención que necesitaba. Mi psicoanalista me dijo que a veces uno toma decisiones impulsivas porque hay algo del deseo en esa decisión, que es la primera cosa que se atraviesa en tu mente y que de pensarlo más y más uno nunca actúa. Me dio calma, mi decisión no era por que me estaba volviendo loca si no porque no soportaba más la incomodidad del día a día en hacer algo que no me gustaba y que ya hacía un tiempo venía hablando de querer cambiar de trabajo.

La voz que siempre sabe el camino a seguir que pocas veces escucho por estar hiperconectada a un dispositivo, con una estimulación de ruido apabullante, quizá para no escuchar esa voz que me hace enfrentarme a las decisiones difíciles, esa voz que no entiende el miedo que siento. La misma voz que no me permite sostener situaciones incómodas y que me ayuda a buscar un mejor lugar para existir.